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EL ARDIPITHECUS RAMIDUS"Las mutaciones con efecto positivo,desde el punto de vista evolutivo,ocurren aproximadamentecada cien mil años."
Había una vez, hace aproximadamente cinco millones de años, en los bosques de lo que ahora es Kenia, Etiopía y Nigeria, un mono muy bien adaptado a las condiciones climáticas de su habitat, este mono se llamaba Ardipithecus ramidus.
Era un mamífero de vida arbórea de aproximadamente 1,20 mts de altura, cuadrúpedo, y esencialmente vegetariano. Su cerebro era pequeño, no mayor de 400cc de volumen, muy similar al de un chimpancé actual.
Debido a que su alimentación era esencialmente herbívora sus incisivos espatulados eran especiales para cortar y muelas planas para moler y triturar frutos, hojas, tallos, semilla, raíces, etc.
Sus caninos estaban muy poco desarrollados, a diferencia de los Carnívoros.
La mandíbula del Ardipithecus estaba muy mal adaptada para la alimentación carnívora, era esencialmente un Vegetariano.
De vez en cuando probablemente consumía pequeños insectos, arácnidos, pequeños reptiles y huevos de estos.
En esta época (finales del Mioceno, comienzos del Pleistoceno) las condiciones climáticas de la Tierra eran paradisíacas.
Su alimentación era continua y rica en carbohidratos que fisiológicamente provocaban una constante secreción de insulina pero sin alcanzar niveles muy altos.
Deducimos entonces que la sensibilidad a la insulina de sus tejidos debería haber sido alta, característica que aún conservan los mamíferos herbívoros y la mayoría de los primates, aunque no ocurre en nuestro caso.
Las proteínas, esencialmente de origen vegetal, las obtenían de plantas dicotiledóneas de altura, mientras que las gramíneas (trigo, avena, etc.) no eran parte de su dieta.
La limitada alimentación de origen animal que consumía le era insuficiente para aportarle los aminoácidos esenciales, deficitarios en los vegetales, y las vitaminas que sólo están presentes en los tejidos animales.
Aparece el Australopithecus afarensis, nace el «genotipo ahorrador», nace Lucy
Un millón y medio de años después el entorno paradisíaco en el cual vivía el Ardipithecus ramidus, en el este de África, ya había comenzado a cambiar.
Comienzan períodos de sequía muy prolongados y nuestro antepasado se ven en la necesidad de bajar del árbol y caminar para buscar alimento. Esto lleva a una adaptación de cuadrúpedo a bípedo, permitiéndoles hacer travesías más largas cansandose menos.
Esta modificación anatómica trascendental es el nacimiento evolutivo de Lucy.
La alimentación sigue siendo esencialmente vegetariana, con una dieta pobre en proteínas y un consumo de legumbres y cereales muy bajo ya que su consumo en crudo era de difícil digestión y con factores antinutricionales que sólo desaparecen después de la cocción.
Su alimentación era intermitente y de escaso valor nutricional. Lucy, a diferencia de sus antepasados, pasaba habre.
Cuando encontraba alimento, comía hasta saciarse, preparándose así para los períodos de hambruna, que debían haber sido muy frecuentes y prolongados.
La dieta seguía siendo rica en carbohidratos complejos pero comienza a ingerir pequeños animales.
Los períodos de adaptación a la hiperfagia y a la hambruna requirieron de modificaciones
bioquímicas en la regulación del metabolismo.
La alta sensibilidad a la insulina de los tejidos insulino dependientes del Ardipithecus ramidus
(principalmente el adiposo y muscular) comienza a modificarse en el Australopitecus.
Músculo esquelético
Antes: trabajo corto y de poco esfuerzo
Ahora: obligado a realizar mucho más trabajo, grandes caminatas, huida de depredadores, perseguir la «comida», etc.
Después de una gran «comilona» había que reservar energía para la hambruna. Para esto era necesario dirigir la glucosa, el principal nutriente, mayoritariamente al tejido adiposo para
convertirla en triglicéridos de depósito.
Resultado: se adaptó a utilizar preferentemente ácidos grasos como combustible metabólico en vez de glucosa, tan necesaria para aquellos tejidos que son estrictamente dependientes.
De esta manera Lucy tenía la posibilidad de acumular más reservas energéticasen el tejido adiposo, pero ¿dónde acumular la grasa?
Esta no debería afectar los requerimientos anatómicos derivados de la bipedestación. La mejor distribución parece haber sido alrededor de los órganos digestivos, en la cintura, y en la región glúteo femoral.
Las hembras: distribución principalmente glúteo femoral.
Los hombres: depósito en la cintura y en la barriga.
Con el Astralopithecusafarensis habría nacido la sensibilidad diferencial a la insulina, una tendencia a la leptino resistencia, y el inicio de la obesidad ginoide (pera) y androide (manzana).
Estamos en la antesala del «mono obeso».
El cerebro de Lucy tenía unos 450 cc. Suponemos que durante este período aumentó consumo de oleaginosas ricas en ácidos grasos omega-6 (asegurando aporte de ácido linoleico). El aporte de ácido alfa linolénico no debería haber sido aún limitante.
Ya tenía la capacidad para utilizar sus manos para el uso de «herramientas», tales como piedras y/o troncos, lo que le permitió el acceso a una modificación de su alimentación trascendental para el desarrollo de su cerebro y de sus capacidades de aprendizaje e inteligencia.
El Homo ergaster («hombre trabajador»), un vagabundo y carroñero que consolidó al «mono obeso».
Un millón y medio de años después de la aparición de Lucy, o un millón y medio de años antes de nuestra era, ya se había iniciado el Pleistoceno, etapa evolutiva caracterizada por una notable disminución de la temperatura terrestre, por el retroceso de los mares, y por el aumento del hielo en los casquetes polares. La vida era mucho más difícil en la Tierra. Le tocó vivir en condiciones mucho más duras aún que sus antecesores. Semejante a nuestra apariencia actual, podía medir hasta 1,80 mts y su volumen cerebral era de 1000 cc (60% de nuestro volumen).
Evolutivamente debió definir un cambio trascendental: o consolidarse como un herbívoro o convertirse en un omnívoro-carnívoro «a la fuerza».
El Homo ergaster inició el mito, en términos elegantes, del «cazador-recolector», ya que en realidad era esencialmente un vagabundo carroñero. Su esporádica alimentación dependía de la caza y de la recolección de semillas, frutos, tallos, etc.
Comienza a utilizar y elaborar, utensilios para raspar y destrozar huesos que le permite añadir a su dieta alimentos de origen marino y tejido cerebral de animales terrestres,permitiéndole acceso a lípidos de alto valor con un alto contenido de ácidos grasos omega-6 y omega-3, tales como el AA y el DHA.
Se consolida el gen ahorrador al transformarse en un carnívoro no adaptado, haciendose más marcada la insulino resistencia del tejido muscular.
Aumenta también la leptinoresistencia, osea, la resistencia a la leptina que, como se mencionó anteriormente, es la hormona de la saciedad.
Los únicos azúcares que ingerían nuestros antepasados eran la lactosa de la leche, el glucógeno del hígado, algunas bayas y raíces y los vegetales pre digeridos que extraían de las panzas de los animales que cazaban (esto lo hacen los esquimales hoy en día como única forma de proporcionarse algo de fibra y de vegetales). Esto provocaba que estas adaptaciones fueran positivas en su momento.
Y...Apareció el Homo sapiens sapiens
Y...Apareció el Homo sapiens sapiens
El Homo ergaster, dotado de un cerebro de 1000 cc, capaz de utilizar utensilios para cazar, y que se
movilizaba en grandes grupos para optimizar su propia defensa y alimentación, comenzó a abandonar África y a colonizar Asia y Europa, migración que duró miles de años.
El Hombre de Cro-Magnon, individuo alto (1,80-1,90 mts), poco macizo, de huesos largos y poca musculatura, muy ágil, y un experto cazador, conocedor del fuego y más tarde artífice del hacha, el arco, y la flecha, fue el siguiente paso: Homo sapiens.
Su dieta era principalmente carnívora, hiperproteica, muy similar a la de los Inuits
(esquimales) actuales, quienes ingieren el 50% de sus requerimientos
energéticos en la forma de proteínas.
El único mecanismo fisiológico que permite sobrevivir a una dieta
hiperproteica es la insulino resistencia, ya consolidada en estos Homos.
La insulina resistencia conlleva un hiperinsulinismo, el que a su vez estimula
la actividad biosintética del tejido adiposo, la que se expresa en una
acumulación de triglicéridos en los adipocitos. El aumento de la leptino resistencia permite enfrentar los períodos de hambruna y fríos de las
últimas glaciaciones que tuvo que enfrentar nuestro antepasado.
El arte de la caza lo practicó no sólo con los animales terrestres, también de origen marino, con lo cual peces, moluscos y mamíferos marinos constituyeron un importante aporte de DHA, alimentación que influyó notablemente en el mejor desarrollo de su cerebro en tamaño y funciones.
De ser esencialmente un cazador-recolector nómade, nuestro antepasado lentamente fue determinando su asentamiento en diferentes lugares de Europa, Asia y Oceanía. Se convirtió en un individuo agrícola que aprendió a cultivar sus propios alimentos y a domesticar animales para su propio consumo, es la etapa agrícola del Homo sapiens sapiens iniciada hace unos cincuenta mil años atrás.
No ocurrieron grandes cambios en sus hábitos alimentarios, aunque el consumo de cereales lo aproximó nuevamente al mundo vegetal, con lo cual el carácter esencialmente carnívoro lo transformó en un omnívoro-carnívoro mal adaptado. El trigo comenzó a ser cultivado hace unos 10.000 años en Asia, expandiéndose lentamente por Europa. El arroz fue inicialmente domesticado en Asia, India y China, hace 7.000 años, y el maíz inició su cultivo en México y América Central hace unos 8.000 años.
A pesar de estos cambios en el patrón nutricional del Homo sapiens, su genética ya estaba determinada, se había consolidado la insulino resistencia y probablemente una leptino resistencia. El tejido adiposo, antes un reservorio de energía para las etapas de hambruna, se convirtió en un reservorio de los excedentes energéticos, sin que ocurriesen en forma constante períodos de hambruna. Ya estamos casi frente al mono obeso actual. La revolución industrial, iniciada durante la segunda mitad del siglo pasado, consolidó una mayor disponibilidad de alimentos. El hombre aprendió no solo a cultivar y producir sus alimentos, también aprendió a procesarlos, a conservarlos, y a mejorarlos desde el punto de vista nutricional y energético.
Junto con este exceso de comida y cambios alimentarios se dió la disminución de la actividad física.
El ser humano ya no sale a «cazarlos» o a «recolectarlos», no corre para obtenerlos.
Utiliza su automóvil, o los compra por Internet y los recibe en su propio domicilio.
Este Homo sapiens sapiens, que es sin lugar a dudas inteligente, heredó de sus antepasados
una insulino resistencia y una leptino resistencia que ahora no necesita, el «gen ahorrador»
sigue expresándose sin que se requiera de su acción.
Un detalle más: La invasión de los nuevos hidratos de carbono.
Si nos fijamos, durante estos millones de años de evolución se modificó no solo la cantidad de carbohidratos (CH) consumidos sino también su calidad. Siempre se trataba CH «lentos» , de
bajo índice glucémico. Además, en todos esos seis millones de años de evolución siempre
nos costó esfuerzo conseguir el alimento.
En estas condiciones el genotipo ahorrador desarrollado cumplió su misión evolutiva. Pero esto ya no es así. Hay una abundancia actuál de productos con aporte de calorías "vacías", como se les llama a aquellos que solo brindan calorías y ningún nutriente, que sumado al sedentarismo han potenciado las consecuencias negativas de la insulinorresistencia y de la leptinorresistenciaen los últimos cien años.
Energía en su mayor parte en la forma de hidratos de carbono de asimilación rápida y de grasas poco saludables, dando una población que vive en permanente hiperinsulinemia , osea, con un
exceso constante tal de insulina circulando en sangre que promueve el desarrollo de las enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT). A su vez, el sedentarismo reduce nuestra masa muscular y disminuye nuestra capacidad física, agravando los efectos de la alimentación hipercalórica rica en grasas refinadas y azúcares.
Resultado: La epidemia de obesidad que invade los países desarrollados y ahora a los del tercer
mundo. El síndrome metabólico afecta por lo menos al 40% de la población occidental en dos o
más de sus manifestaciones.
Fuente: Valenzuela B, Alfonso. (2007). EVOLUCIÓN BIOQUÍMICA DE LA NUTRICIÓN: DEL MONO DESNUDO AL MONO OBESO. Revista chilena de nutrición, 34(4), 282-290. https://dx.doi.org/10.4067/S0717-75182007000400001
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